Día 23: De Puerto Ingeniero Ibañez a Bahía Murta

Comenzamos el día tomando un desayuno muy rico, con pan amasado, paila de huevos, yogur, avena, café con leche y un kuchen de ciruelas hecho en casa. Muy recomendable el alojamiento de Cabañas Doña Leo, solo hay que tener presente (al igual que en todas las cabañas que hemos estado, con alguna excepción) que es mejor lavar los implementos de cocina antes de usarlos. Por si las moscas.

Teníamos que enfilar hacia Bahía Murta, a unas dos horas en auto en dirección este, pero primero había que echar gasolina. Como teníamos tiempo y ningún panorama específico, nos dimos una vuelta por el pueblo de Ingeniero Ibañez y tomamos las primeras fotos del día al lago y a unos mosaicos con los que habían hecho aves desde distintas perspectivas.

Según Google, no había ninguna gasolinera en el pueblo, pero no era viable que no hubiera: Coyhaique está a casi dos horas y en Villa Cerro Castillo tampoco hay ninguna. Así que preguntamos en el mismo restaurante que cenamos la noche anterior (donde nos cobraron $1000 por dos vasos de agua de la llave) y nos mandaron al lado, donde estaba escrito “bencina” con carbón en una tabla. El punto es que esa era la gasolinera del pueblo: un patio de campo, donde había un señor que parecía sacado de un album gaucho de los años 50 y que ante nuestra cara de incredulidad al ver la gasolinera (no veíamos ningún surtidor, ni medida de seguridad, nada) nos dijo muy antipático, que podíamos ir  Coyhaique a repostar. No nos quedó más remedio que caer en las garras del monopolio de la energía del pueblo. ¿Dónde tenía la bencina? En bidones de agua de 5 litros que había reciclado (en Chile al menos, está prohibido rellenar botellas de bencina, deben ser bidones homologados). Su filtro era un embudo con colador (tuvimos suerte, nos contaron que otros usaban panties) así que echamos 5 bidones y nos fuimos sintiéndonos más urbanitas y desconectados de la realidad que nunca.

De camino, visitamos el salto de Puerto Ibañez, que estaba a 100 mt de la cabaña, pero se nos pasó y nos tomó más de media hora llegar.

Decidimos que pararíamos en Villa Cerro Castillo para comer. La Carlita nos había dado el dato de un bus, tipo food truck que estaba muy bien, pero estaba cerrado, así que preguntamos a Google y a la dueña de un minimarket quienes nos enviaron a La Querencia. Comimos un sandwich cada uno es que estaba bastante regulero con un pan súper pesado.

Waze marcaba hora y media para llegar a Baía Murta y yo ya estaba preocupada porque no tenía la dirección de la cabaña que había reservado en Airbnb. Le escribí al dueño o dueña (usaba un seudónimo) para pedírsela y me dijo que en un rato me la enviaría. Pero luego de dos horas de camino, con una lluvia constante, frío, baches en el camino y ya entrando en el pueblo, me mandó una dirección y un audio. Solo queríamos una estufa y descansar, Tania manejó y también estaba cansada de lo malo que estaba el camino. Pero nos llevamos una sorpresa de las malas: la cabaña no era en absoluto como la describían en la aplicación. Se suponía que tendríamos dos dormitorios, dos baños y hasta una tinaja caliente en el patio. Llegamos más bien a una mediagua que estaba en construcción y donde podíamos escuchar las conversaciones de la casa de al lado. La dueña de la cabaña no aparecía y le dije a la persona que nos dio las llaves que no era aceptable y que no nos quedaríamos allí. A los pocos minutos, la dueña dio la cara y me explicó que tenía un problema porque la cabaña que nos había alquilado no estaba disponible todavía, que además ella se había equivocado en la publicación porque era nueva en Airbnb y que la había puesto demasiado barata por error, insinuando que nos estábamos aprovechando porque obviamente la cabaña estaba lejos del precio normal pero que como era su error “respetaba” el precio (dejándonos en una pocilga) si es que pasábamos una noche en ese lugar mientras se desocupaba y limpiaban la otra.

Me indigné. Le dije que era inaceptable, que podría haber cancelado la reserva, que podría haberme avisado antes de llegar para que yo tomara una decisión, pero que estuvo inubicable. Que si yo no hubiera reclamado, habría pasado como si nada. Me dijo que lo sentía mucho y que esperaba más empatía de género por la situación. Me indigné más. Empatía de género las pelotas.

Tomé unas fotos, llamé a Airbnb, hice la reclamación, me devolvieron el dinero, encontré otra cabaña por Booking y llegamos a ella todo en 15 minutos. Cabañas Kela, de la señora Lidia, que tiene un almacén al lado y que justo tenía disponible una de sus cabañas. Nos ayudó a poner fuego, preparamos una cena rápida de pasta con tomate y nos fuimos a dormir, que habría que levantarse temprano para ir a Puerto Sánchez.

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