Día 16: Lago Cabrera, Hornopirén

Primero, mención honrosa al escenario: nuestra cabaña de madera con chimenea estaba frente al mar. La vista del amanecer es her-mo-sa. Y fría.

Después de una mañana más de trabajo (desde las 6 hasta las 11) nos fuimos en auto camino al lago Cabrera. La dueña de la cabaña nos había dicho que llegaríamos a un punto donde nos daríamos cuenta de que era imposible seguir manejando y que desde allí habría que caminar. Eso hicimos. En teoría la excursión duraba 3 horas, pero en total fueron 2 horas de subida y otras 2 de bajada. La verdad es que no fue nada especial, el camino se hizo monótono y muy incómodo por las piedras y el barro. La laguna es linda, pero no más que otras que hemos visto y había nubes que cubrían la cordillera, así que en resúmen, fue un día de ejercicio y naturaleza, pero no de quedarse con la boca abierta de la emocion.

Me sorprendió eso sí Hornopirén: me lo imaginaba poco más grande que una caleta de pescadores y es bastante grande y agradable.

En los planes estaba también ir a unas termas, pero no nos dio tiempo.

Nota: no tiene que ver con el objetivo original del viaje, pero ha habido algo que me ha llamado mucho la atención y me ha hecho pensar en política. Hemos estado en lugares bien aislados del mundo, pueblitos muy mínimos donde no hay nada más que unas cuantas casas, una calle pavimentada y un almacén. Incluso en esos lugares, encontramos escuelas, oficinas de registro civil, postas rurales, sedes vecinales, cajas vecinas del Bancoestado, una plaza decente y cuidada y señales de tránsito modernas. En algunos pueblos hay incluso gimnasios, conexión 4G y hasta transporte escolar subvencionado. Y me ha dado mucho gusto verlo, ahí es donde uno se da cuenta de lo importante de lo público y de cómo tenemos que seguir por esa vía.

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